Archive for septiembre 2015

sxrx c

Te he vuelto a escribir, y quien dice escribir dice imaginar. Desnuda de espinas, como en aquella época en la que sonreía al verte llegar saliendo de tu coche. Como cuando ambos vimos karatekas teniendo un conflicto, y nuestros niños interiores andaban celosos de de ellos. Estabas guapísima. Nunca te he visto tan guapa como en ese entonces. ¿Te acuerdas? Aspiraba el aire al darte un beso para hacerme rabiar y me mordías el labio como preludio a cualquier baile entre sábanas. Esa cama era el castillo de cualquier princesa que tú te negabas a ser y yo a rescatar. Nosotros preferíamos ser perros muertos de hambre para tener permiso constante al no-ayuno. Para complacer al sexo que nunca llegaba tarde.

Te he vuelto a escribir, y quien dice escribir dice pensar. Una vez quise hacerte literatura y acabé revolviéndote las tripas como si jugase con elásticos y no con letras. No te quejaste nunca. Ni una sola vez. Amabas el dolor que te producía mi falta de educación; el odio energúmeno de saberte mía convencido de que jamás podrías serlo. Éramos de locos; quiero decir, nuestros. De tanto en tanto te llevabas alguna prenda mía para vestirte con ella y acababas sintiéndote hormiga con tal de hacerme a mí montaña. Me besabas dulcemente hasta hacer costra, porque aprendiste que peor que la cicatriz es querer salvarse de la herida.

Y quien dice escribir, dice no aguantar más. No me echas de menos, pero te acuerdas todas las mañanas de mis manos de cuervo. Vivían enamoradas de meterle mano a la ausencia latente de ti. La masturbaban hasta el orgasmo y era yo el que gemía volviendo a la vida. Como un atentado entre pecho y espalda. Después tú me observabas con los párpados como quien es cómplice del artista. Más tarde lo hacías con tus mares infinitos y a mí me daba por pensar que eran los únicos que sabían lo que miraba la muchacha de Dalí por la ventana.

Ojalá hubiese conseguido hacerte literatura y no sólo libro.

Te he vuelto a escribir. A manipular la nostalgia, el recuerdo. La desidia que me escama la piel y la cobardía. Te he vuelto a escribir y he vuelto a besarte el pelo, a olerte en las alturas de ese cielo raso en el que tú divagas. Te he vuelto a escribir para que tu arritmia siga latiendo al ritmo de mis dedos; para que mis dedos latan debido a tu taquicardia. Te he vuelto a escribir porque el crimen siempre vuelve al asesino. Para que nunca seas olvido ni cadáver ni polvo.

Te he vuelto a escribir.
Con el miedo infinito de que ya no me leas.

Insomnia.

Llevo varias noches teniendo sueños que al día siguiente recuerdo y me despierto convertido en pesadilla. Apareces en todos, pero no eres tú. Tampoco soy yo, pero me reconoces. Es extraño. No sé qué quiere decirme a este ras del suelo mi subconsciente ni si tienen algún significado que alguna pitonisa sabia y barata de la calle de al lado me sabría decir. No tengo ni idea porque he roto todas las bombillas de mi cuarto. En la mayoría de ellos aparecen manos con sangre y risas que me perforan la garganta. Amanezco afónico con la sensación de haber cometido un crimen por el simple hecho de despertar. Trato de analizar las imágenes intentando encontrar cualquier cosa que me dé alguna pista. Pero no aterrizo.

Dónde nos habremos metido ahora que ni en sueños somos los mismos.
Dónde te estarás escondiendo ahora que lo único que queda de mí, eres tú.

Me pregunto cuántos días de lluvia se necesitan para considerarlo olvido. Qué olvidos me harán falta para poder pronunciar tu nombre sin tartamudear. A quiénes tendré que besar para matarte. Cuándo volverás a morirte conmigo.

No contestes, no quiero saberlo.

Han pasado tantos días por encima desde que nos marchamos que sigo mirando el reloj por si llego tarde. Un día en esta casa son cuatro meses en mi mente mirando fijamente la puerta. "Vamos, ábrela". Pero lo único que pasa es que acabo dormido. Y sueño que suenan unas llaves y eres tú, que entras y te sitúas a mi lado. No me miras, pero comienzas a hablar y yo no puedo escucharte porque no reconozco tu voz. Y sigues hablando y hablando y moviendo las manos y los brazos explicándome lo que mi subconsciente me quiere decir; contándome el significado de estos sueños como haría la pitonisa de la calle de al lado. No nos miramos, ni siquiera giramos la cabeza. Nuestros cuerpos se mantienen de pie impasibles y apáticos, pero escucho carcajadas y siento como si mi alma me estuviese apuñalando por dentro para salir a encontrarse con la tuya, que trata de escapar con las uñas rasgándote y dibujándote arañazos en el pecho.

Entonces me despierto y sólo recuerdo manos con sangre y risas que me perforan la garganta.

ni olvido, ni perdón

La siguiente a la derecha, todo recto durante un par de minutos, cruzas el paso de zebra, en rojo o en verde, como prefieras y te tiras de cabeza.
Después ya es todo caída, no tiene pérdida.

Puedes llegar a tantos sitios y a ninguno a la vez que tampoco me hagas mucho caso en las indicaciones.
Que nunca me he orientado demasiado bien. Las veletas me han guiado en vendales a lugares que no he buscado, a sitios en los que no me esperaban, hacia gente que no esperaba encontrarme.

Se me han abierto muchas ventanas en noches sin estrellas. Y las puertas eran rejas cuando me he girado a mirar.
Pero ya sabes, tú siempre de cabeza. De cabeza y de corazón. Te lanzas y lo que surja.
Sin mirar atrás, tú hazme caso, que eso duele mucho. Ni te imaginas. 
De verdad, duele más que la caída. 

Luego, como supongo que intuyes, un golpe seco. Una luz cegadora. Una nada absoluta. Una inmensa oscuridad. 

Y después ahí estás, mirándote desde un espejo, con media sonrisa amaneciendo en la cornisa de tus labios, una bandera blanca en la mano izquierda, un 'hagamos las paces, aunque no te merezcas nada' brillándote en los ojos suplicantes. 

Y cómo vas a decirte que no, si al fin y al cabo a la única persona que vas a tener hasta dar el último aliento es a ti mismo.

¿Perdido?

Me he mirado en el espejo, bien, en serio, de frente, sin titubear y me he plantado cara a ver si así broto y me encuentro.

He estado hablando conmigo mismo y no me he entendido nada.
¿Perdido? 
Para nada, sé perfectamente que estoy anclado en ninguna parte. 
Y huele un poco a que no hay huevos suficientes para seguir jugando a esto de la vida. Pero no queda otra.
Aunque tranquilos porque tarde o temprano la que dispara siempre es ella.

Sabes que te has hecho mayor cuando pierdes la ilusión de serlo. 
El día que sin decirte nada, pero diciéndotelo todo, la gente te mira con un "así es de jodido" escrito en la mirada.
Y tú, inocente aún, pones una sonrisa de incrédulo.

Y en un intento desesperado de ir a contracorriente sacamos tanto a nuestro niño interior que acaba resfriado y nosotros muy ridículos.

Si llegan a contarme hace quince años que la vida era así, no habría sabido de qué me estaban hablando.
Y es que somos muy de seguir "p'alante", de "me arriesgo y la caja", como si no fuesen todas de Pandora. 

Pero seguimos, claro que seguimos, siempre seguimos, de lo que sea, como borregos. 

Así que no sé, igual echarle un par de huevos es coger, echar de golpe el freno de mano y soltar un 'me planto' y no metafóricamente hablando. 
Y dejar de seguir y empezar otra cosa. 

Que sólo digo que enfrentarnos al miedo de lo desconocido es lo único que puede hacernos más fuertes.

sxrx

De abrazarme al vacío en un intento de encontrarte al otro lado, 
me he caído escaleras abajo desde el quinto hasta la primera planta,
que resultó ser un rosal lleno de espinas. 

Lo que tienen las malditas metáforas es que duelen de verdad.

He cogido lápiz y papel por si salía a borbotones algún sentimiento de mis dedos,
sigo sin saber qué tengo dentro. 
La papelera está llena de bocetos de recuerdos.

He ido por la calle tapándome los ojos para no verte con nadie y he tenido la suerte o la desdicha de cruzar siempre en verde.

Me he quedado mirando tanto tiempo al infinito, que le he visto los límites al cielo. Las bragas a la luna, presumen algunos, yo os aseguro que no lleva. 

Me ha tocado estar cada noche en el lado frío de la cama, da igual donde me duerma. Y no me ha vuelto a faltar mi trozo de manta, he visto a Penélope esperándote conmigo sin parar de tejer, toda una Odisea.
 
Me han preguntado por el tiempo y les enumeraba los días de lluvia. Me han preguntado qué añoraba y en qué pensaba cuando lloraba. Nunca les he respondido, si no han sabido que no era qué, sino quién

Y tu nombre a todas horas aguijoneando cara milímetro de la piel, 
como si necesitara tatuarme cicatrices. 

Eché el último aliento sobre tu cuello y ahora me siento dolorosamente vivo.