Insomnia.
by Jean-Luc Caesar
Llevo varias noches teniendo sueños que al día siguiente recuerdo y me despierto convertido en pesadilla. Apareces en todos, pero no eres tú. Tampoco soy yo, pero me reconoces. Es extraño. No sé qué quiere decirme a este ras del suelo mi subconsciente ni si tienen algún significado que alguna pitonisa sabia y barata de la calle de al lado me sabría decir. No tengo ni idea porque he roto todas las bombillas de mi cuarto. En la mayoría de ellos aparecen manos con sangre y risas que me perforan la garganta. Amanezco afónico con la sensación de haber cometido un crimen por el simple hecho de despertar. Trato de analizar las imágenes intentando encontrar cualquier cosa que me dé alguna pista. Pero no aterrizo.
Dónde nos habremos metido ahora que ni en sueños somos los mismos.
Dónde te estarás escondiendo ahora que lo único que queda de mí, eres tú.
Me pregunto cuántos días de lluvia se necesitan para considerarlo olvido. Qué olvidos me harán falta para poder pronunciar tu nombre sin tartamudear. A quiénes tendré que besar para matarte. Cuándo volverás a morirte conmigo.
No contestes, no quiero saberlo.
Han pasado tantos días por encima desde que nos marchamos que sigo mirando el reloj por si llego tarde. Un día en esta casa son cuatro meses en mi mente mirando fijamente la puerta. "Vamos, ábrela". Pero lo único que pasa es que acabo dormido. Y sueño que suenan unas llaves y eres tú, que entras y te sitúas a mi lado. No me miras, pero comienzas a hablar y yo no puedo escucharte porque no reconozco tu voz. Y sigues hablando y hablando y moviendo las manos y los brazos explicándome lo que mi subconsciente me quiere decir; contándome el significado de estos sueños como haría la pitonisa de la calle de al lado. No nos miramos, ni siquiera giramos la cabeza. Nuestros cuerpos se mantienen de pie impasibles y apáticos, pero escucho carcajadas y siento como si mi alma me estuviese apuñalando por dentro para salir a encontrarse con la tuya, que trata de escapar con las uñas rasgándote y dibujándote arañazos en el pecho.
Entonces me despierto y sólo recuerdo manos con sangre y risas que me perforan la garganta.