Archive for agosto 2015

Los carteles ya no rezan a nadie.

Cuando tengas un rato, dame la mano.
Yo pongo la lluvia,
y así nos paseamos las heridas
por el circo oxidado de los poemas que vuelven.
Vuelven los insomnios a estar a solas
con el frío de debajo de las mantas.
El teléfono vacío de tu número
de emergencias dolor y emergencias amor
(igual de urgentes).

Vuelve el día que siempre llega.
El día en que desmontan la magia,
y las mariposas del estómago ya sólo son zombies.
Los diccionarios hablan de amputar,
desarraigar,
alejar…
Y yo doy portazos con las tapas de los libros
a las palabras,
y camino los destrozos, de tu mano,
por entre las calles de carpas caídas
y hogares ambulantes en ese punto muerto
entre la visita y la huída.

Casas vacías, desmontadas y dormidas.
Luces apagadas. Música en silencio.

Los carteles ya no rezan a nadie.
El enorme dinosaurio ha perdido su poder,
y ahora traga tierra con las raíces arrancadas,
pero más en el suelo que nunca.
Cuando desperté
ya no estabas allí.

Hola al adiós.

Y lo que duele el interior de la boca
con todo el amor ahí centrifugando
cuando no puede salir.
Con todas las ganas, apretándolas hacia dentro.
Si no vas a quedarte, para qué.


Creo que voy a llorarte como un viudo.
Solo que el que se muere soy yo.
De tristeza.
Aunque paradójicamente eso hace que te sienta más presente.

Una máquina apisonadora, lenta y pesada,
viene hacia aquí.
Tendremos que quitarnos de en medio.
Pero la sensación que tengo
es que la única que se aparta eres tú.
Cuando pasa soy papel manchado de versos rotos.
Quédate.

Pero el reloj marca horas diferentes
según la muñeca que lo sostiene.
Una quiere que llegues,
la otra que no te vayas.
Y en el fondo no son tan diferentes.
Ambas te quieren.

Quedarme con el río que desemboca dentro.
Con un poema abriendo las alas en mi interior.
Eso me pasa.
Como a ese niño que le suspenden la función.
Los payasos no saldrán a escena.
Están tristes y hoy no llenaran de risas la carpa.
Voy a recoger la mía a la salida.
Y la hora en punto llega y dice no.
Te marchas, te acabas, eres niebla y castillo en el aire.

Humo.

Así que no me queda otra
que decir hola al adiós.

Pero para siempre.


Mezclar la rabia de no tenerte y el soñar con hacerlo,
da como resultado otra noche triste.
Añorar cuando fuiste posesión, 
cuando estuviste, cuando volviste,
añorar un fuimos, un somos,
pensar si seremos.

Total, ahora ya, hagamos lo que hagamos, va a dolernos.
Así que vamos a querernos hasta la ruina.

Como flojean las lagrimas cuando la pena aprieta.
Qué fácil y ligeras se precipitan sin ni siquiera tener un horizonte al que mirar.
Un apretón al corazón y notar el quebrar de algo grande dentro.
No hace ruido pero ensordece,
no se ve pero pesa,
no está perdido pero duele.

Lágrimas con nombre y con dueña.
Como antes las risas, pero al revés.
¿Cómo puede enmudecer el amor una boca llena de palabras?

La prudencia en estos casos
no debería ser sólo un nombre de mujer.
'La Pruden' nos jugó una mala pasada.
Y por quedarse en casa lo vio todo y dolió como nunca.

¿Puede un acantilado no dar vértigo?
Pues eso me pasa cuando te miro a los ojos.
Es imposible no sentir caer teniendo los pies en la tierra.
Eso me pasa contigo.

Caería mil veces más si fuera preciso.
Soy torpe por naturaleza.
De hecho, cuanto más me aprietas la mano,
más miedo tengo de caer.

Morirme de un suspiro puede sonar exagerado.
Como sobrevivir a un lunes.
Pero suspirar un día entero de ausencias es supervivencia.

Un sin ti teniéndote no. No quiero condena así
ni que se le parezca.

Si he de sufrir, que sea por un sin ti pero contigo. 
Por un sin mi por quererte. 
Por un contigo pero para siempre.

No quiero saber nada.

No quiero saber nada del hueco que queda
entre tu cuerpo y el mío, en un abrazo.
Tampoco el aire que se queda fuera
cuando nuestras bocas se besan,
celoso de la apnea,
como suspiros contenidos.

No quiero saber nada
de la asfixia del apretar de tus muslos.
Tampoco del tiempo que hace fuera,
porque no es frío, en este verano forzado,
con la ventilación al máximo,
sintiendo la respuesta que dan tus pezones
al soplido que lanzo a tu nuca.
No quiero saber nada
de dónde van mis manos
cuando el dobladillo de tu falda las llama a gritos.
Tampoco de la saliva
que no termina en tu boca,
o donde sea.

Realmente miento
si digo que no quiero saber nada de ti,
porque el caso es que quiero saberlo todo. 

¿A qué vienes?

Vamos mar adentro
donde el mar lleva poesía en cada ola,
por eso hay sentimientos que vienen y van.
¿Vienes a surcar mis labios
o a llenarme de sal los ojos?

A través de las rendijas de mi vida
se cuela la luz que traes desde el fondo de mis dudas.
Nunca pensé que se podía navegar tan bien
en este mar de dudas.

Por eso naveguemos mar adentro,
donde el sol se folla al horizonte,
donde los besos saben a sal
pero dejan en los labios un sabor dulce.
Donde no encontraremos orillas ni puertos
pero sí tus caderas y mi espalda.

Mar adentro, lejos del ruido del desorden de la ciudad,
pero con el escándalo de las miradas.

Mar adentro, lejos, libres, únicos.

No te llamo 'amor', te lo hago.


Ponte un vestido que te guste
y a mí me guste más quitarte,
la sonrisa de niña buena a punto de hacer cosas malas,
los zapatos de baile
y echa a volar como sólo tú sabes.

Súbete las pestañas
que quiero verte el otoño incrustado
en las pupilas.
Y bájate los miedos para saltar en ellos
como si fueran charcos.

No te mires al espejo, no hace falta,
quién eres sólo se ve por dentro.
Déjame llamarte por tu nombre y por la espalda.
Acurrucarme entre tus piernas al refugio de tristeza.
Y cogerte de la mano para caernos juntos
y tocar fondo,
techo y alma.

Quítate las mentiras de la cara,
que no solo estás preciosa cuando te enfadas,
sino también cuando no finges hacerlo.

El contorno de ojos no sé,
pero pienso perfilarte la boca a besos.
E incendiarte las mejillas susurrándote al oído
que el último que se quite la ropa... pierde. 

Quédate a pasar la noche en vela conmigo,
a pesar de que nos muramos de sueños.
En mi cama hay sitio suficiente para tu corazón y el mío,
que ya es el mismo. 

No te digo que no te vayas,
te pido que te quedes.
No te espero en el andén,
viajo contigo.
No cuento el tiempo que nos queda,
me quedo el tiempo que haga falta.
No te digo que te quiero,
te lo hago.
 

Arde, como Troya.

Si me lo pides, te hablo de París, Hamburgo o Barcelona
sin ni si quiera salir de debajo de las mantas.
Te escribo algo sobre tu espalda que cuente una historia
con mi lengua.
Te como la boca y te beso los dientes a deshora,
como intentando hacer que pase el tiempo
para que te quedes cinco minutos más.


Si tienes ganas, escuchamos una canción
y me bailas sin quitarte los zapatos
en la bañera.
Si lo deseas, vamos al mar y nos mojamos,
paseamos desnudos por la cocina,
o desayunamos las sobras de ayer en el sofá.

Si no te cansas, discutimos sobre el tiempo que pasea por las aceras,
sobre las margaritas amarillas que crecen en los bordillos,
sobre la cantidad de horquillas que te has puesto hoy,
y sobre lo valiente que eres mientras te escondes en mí
viendo una película de miedo.

Si me dejas, te estimulo el pensamiento,
nos echamos de menos
y a reír.
Si te apetece, viajamos con Tarantino
o nos ponemos a leer a Neruda.

Si tú quieres, hacemos el amor a bocajarro 
y descarados,
y ponemos música, tu música, para toda la ciudad.
Si lo prefieres, nos matamos por morir,
o decidimos que ya nos queremos lo suficiente
como para saltar a la vez.

Y, si no me lo pides, ni tienes ganas, ni lo deseas porque te cansas, 
y no me dejas ni te apetece, y ya no quieres ni lo prefieres;
no te escribo, ni te llamo,
ni te busco, ni te espero,
pero te sueño porque te quiero,
porque voy sin armas,
pero cargado hasta la lengua de balas de fogueo.
Esperando ansioso el momento de que vuelvas a comerme la boca
como si fuésemos Troya
y nos viésemos arder.