No quiero saber nada.

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No quiero saber nada del hueco que queda
entre tu cuerpo y el mío, en un abrazo.
Tampoco el aire que se queda fuera
cuando nuestras bocas se besan,
celoso de la apnea,
como suspiros contenidos.

No quiero saber nada
de la asfixia del apretar de tus muslos.
Tampoco del tiempo que hace fuera,
porque no es frío, en este verano forzado,
con la ventilación al máximo,
sintiendo la respuesta que dan tus pezones
al soplido que lanzo a tu nuca.
No quiero saber nada
de dónde van mis manos
cuando el dobladillo de tu falda las llama a gritos.
Tampoco de la saliva
que no termina en tu boca,
o donde sea.

Realmente miento
si digo que no quiero saber nada de ti,
porque el caso es que quiero saberlo todo.